Si bien el agua es un ejemplo paradigmático de cómo el enlace de hidrógeno moldea las propiedades de una sustancia, este fenómeno no se limita a ella. Existen numerosos casos en los que este tipo de interacción intermolecular juega un papel crucial en el comportamiento de diversos compuestos.
El ácido acético: un baile de dímeros
El ácido acético (CH₃COOH) nos ofrece un ejemplo fascinante. En este compuesto, las moléculas tienden a unirse en pares formando dímeros (moléculas dobles), tanto en estado líquido como en vapor, tal y como se muestra en la Figura.
Cuando el ácido acético se evapora, no todos los enlaces de hidrógeno se rompen. Como consecuencia, su calor de vaporización es anormalmente bajo. Esto se debe a que la energía requerida para separar las moléculas no es suficiente para romper todos los enlaces de hidrógeno, lo que reduce la energía total necesaria para la vaporización.
Viscosidad: el poder de los enlaces de hidrógeno
El enlace de hidrógeno también nos ayuda a comprender aspectos relevantes de la viscosidad. En los alcoholes, el átomo de hidrógeno (H) de un grupo -OH en una molécula puede formar un enlace de hidrógeno con el átomo de oxígeno (O) de otra molécula de alcohol vecina.
Una molécula de alcohol con dos grupos -OH (un diol), como el etilenglicol, tiene mayor capacidad para formar enlaces de hidrógeno que un alcohol comparable con un solo grupo -OH (un monol). Al tener fuerzas intermoleculares más fuertes, cabe esperar que el diol fluya más lentamente, es decir, tenga mayor viscosidad, que el alcohol sencillo.
Cuando están presentes más grupos -OH (polioles), como en la glicerina, se espera un aumento aún mayor de la viscosidad. Esta tendencia se ilustra en la tabla comparativa de viscosidades de los tres alcoholes comunes que se muestra a continuación.
En la tabla, la unidad de viscosidad utilizada es el centipoise (cP). La unidad SI de viscosidad es 1 Pa·s = 1 N·s·m⁻² = 10 Poise. La letra griega eta (η) se utiliza normalmente como símbolo de la viscosidad.